El 19 de septiembre del año 1991, la pareja de alpinistas formada por Helmut y Erika Simon descubrió semienterrado en una depresión de rocas en el glaciar del Val Senales, un cadáver huesudo que les daba la espalda, tendido sobre la nieve. Lo que no imaginaban es que el hombre que yacía boca abajo entre las fronteras de Austria e Italia, en plenos Alpes de Ötztal, tenía más de 5.000 años de antigüedad y que ellos mismos acababan de encontrar la momia más antigua del mundo.
La velocidad a la que se mueve el ser humano, su capacidad de transporte y de conocimiento del hábitat que le rodea, así como la presión que de manera constante ejerce sobre el entorno, hacen que a veces parezca imposible que algo quede por descubrir. Y no es así, una parte de nuestro planeta sigue todavía inexplorado. Los profundos fondos marinos o los pliegues más oscuros y lejanos de la corteza terrestre resultan ser complicados objetivos para un ser humano que no puede acceder a ellos de manera directa, precisamente por su condición humana. Y sin embargo, esos mundos desconocidos que a nos empeñamos en investigar a través de los brazos extensibles que nos proporciona la ciencia y la técnica, a veces impulsan hacia el exterior pequeños tesoros, reductos de otro tiempo que tal vez, de estar en la superficie, podrían haber sido aniquilados por el hombre desde el primer vistazo.
Esto es lo que sucedió hace 27 años con el hallazgo de Ötzi, el Hombre de Hielo que apareció a 3.200 metros de altitud y que pereció hacia el año 3.255 a. C., en pleno Calcolítico (Edad de Cobre). Toda esta información, la datación del cadáver y las circunstancias de la muerte, se obtuvieron tiempo después de su hallazgo, puesto que en una primera instancia se pensó que podría tratarse de un alpinista extraviado que falleció en la montaña. Sin embargo, los datos científicos han vertido una realidad muy distinta.
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Recreación de Ötzi a partir de su momia.
Elaborada por Alfons y Adrie Kennis a partir de
la información genética disponible. |
Ötzi era un hombre muy, muy antiguo, tenía unos 46 años de edad y fue asesinado. Una vez que se descubrió sus 5.000 años de antigüedad, se barajó la posibilidad de que se hubiera despeñado por un glaciar y esa hubiera sido la causa de la muerte. En cambio, diez años después de su encuentro -en 2001-, Paul Gostner, radiólogo jefe del centro hospitalario de Bolzano, se percató de que una flecha de piedra alojada en su hombro izquierdo le había dañado la arteria subclavia de manera letal. Además, se localizaron heridas en sus manos, que podrían ser defensivas, y un traumatismo craneal. No cabía ninguna duda: al Hombre de Hielo le habían arrebatado la vida.
¿Por qué? Nadie lo sabe. Tal vez un conflicto emocional. Lo que sí que sabemos es que el autor no quiso ser reconocido, puesto que arrancó el astil de flecha del cuerpo de Ötzi y se fue, dejando sus pertenencias allí... Hasta ahora. Las condiciones climatológicas del entorno y el frío del glaciar permitieron que el proceso de momificación natural se culminase.
Si ya de por sí el caso resulta realmente asombroso, también lo es la implicación de la población actual. Walther Parson y Burkhard Berger, genetistas del Instituto Nacional de Medicina Legal de la Universidad Médica de Innsbruck, se encargaron de cotejar el ADN del Hombre de Hielo con el de 3.700 voluntarios donantes de sangre. De ellos, 19 personas están relacionadas genéticamente con Ötzi. Y por supuesto, podría haber muchas más fuera de estos voluntarios.
Muchos son los secretos que aún tiene que contar Ötzi, y tal vez algún día de viva voz, puesto que los investigadores están tratando de recrearla de manera artificial a través de sus cuerdas vocales. Además, por y para Ötzi, se ha construido un museo en Bolzano en el que se expone la momia a -6ºC y con un 99% de humedad, condiciones sine qua non la momia no podría perdurar.
Este hombre más famoso de la Historia, o al menos, el que ha conseguido desafiar el paso del tiempo durante el mayor número de años. Y mientras le cuidemos, nos superará...
Per secula seculorum.
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